Sobre la locuacidad

...cuando hables, procura que tus palabras sean mejor que tu silencio.

12 de noviembre de 2015

Un intérvalo personal



Un café recién colado, la realidad.
Sentado en mi butacón de orejeras
miro el reloj de pared.

El tiempo, ese ladrón de vidas
y buenas intenciones,
me acecha impaciente
con su mutismo hipócrita.
Bueno, en realidad
solo lleva una hora esperándome.

Ahora tan solo me apetece
sorber mi café con deleite
y dejar fuera un gran intervalo.

Que se joda el tiempo.
De eso va la vida,
de todas las circunstancias intermedias.

Cruzo las piernas y una breve marea
mueve la superficie caliente
del negro líquido que me abstrae.
Supongo que son recuerdos.
No tengo muchos,
son más bien instantáneas,
unos pocos momentos
que vuelven una y otra vez, nítidos.
Con tanta nitidez que vuelvo a oler
aquellos olores o vuelvo a sentir
el sol sobre mi piel,
a pesar que sea de noche.

Siento, sobre todo, un sobrecogedor alivio.
Todavía pienso en esa instantánea,
de cuando en cuando.

Los sentimientos no cambian y,
de alguna manera,
me parece importante no perderlos,
pero la instantánea vuelve
una y otra vez a inundarlo todo.
Como presunciones que, se supone,
me guiarán hasta una nueva emoción.

¿Tienes alguna idea de qué estoy diciendo?
Yo tampoco, pero por un momento
pensé que la tenía.

Ahora sí. Me viene a la memoria
un verso de Tolstoi, creo:
“tropieza con lo bello,
haz el esfuerzo de entender,
sobrevive”…sin reparos, añado yo.

De eso va la vida,
de todas las circunstancias intermedias.
Que se joda el tiempo y espere.


Manuel Silván

Octubre-2015

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