No se puede amar sin complicarse la vida. Se necesita mucha fuerza
para superar el desafío.
Son tan intensas y descabelladas las aventuras que se viven a
galope del amor que resulta casi imposible salir indemne del lance.
Demasiadas veces abandonamos la corriente deliciosa que nos ofrece
el río de la vida para instalarnos en la comodidad de lo predecible, de lo
superficial, del fútil movimiento de los visillos que adornan nuestras alcobas
de siempre.
Demasiadas veces huimos espantados de tantas maravillas que nos
brinda el amor con toda su osadía y también demasiadas veces calculamos
desastrosamente las consecuencias de nuestra cobardía.
Bien que nos valen las excusas más desocupadas para salir
corriendo con el rabo entre las piernas, mirando hacia atrás empequeñecidos,
buscando el refugio complaciente del olvido, aun sabiendo que jamás podremos olvidar
sin que nos atormente nuestra flaqueza.
No se puede amar sin complicarse la vida.
El amor está al alcance de todos, lo tenemos siempre a mano pero
hace falta mucho valor para vivirlo a plenitud perpetua.
El amor está hecho
para los locos, para quienes ya lo están y para quienes están dispuestos a
vivir amando sin fisuras.
No existe el amor a medias.
O se ama o se engaña, no hay otra.
Casi siempre se termina engañándose uno a sí mismo y pretendiendo engañar a su
pareja. Las consecuencias son lógicas: todo se viene abajo al menor atisbo de
niebla y deja un rastro de cristales rotos difícilmente recomponible.
Cuando se juega al amor hay que tener mucho cuidado porque
demasiadas veces, este se instala en nuestros corazones y sólo es capaz de
salir a la fuerza, sangrando las heridas que deja tras de sí como un reguero de
dignidad ultrajada.
El amor es un regalo de los dioses que no debemos desdeñar, es
más, estamos obligados a buscarlo y disfrutarlo con tota la fuerza de nuestra
vida, no podemos renunciar a él.
Nadie puede negarse a vivir amando, aunque tenga que renunciar a
muchas cosas que llevamos en nuestro equipaje... a cosas y personas que nos
lastran e impiden la más venturosa de las dichas, la de vivir el amor inmenso.
Hay cosas que subsistirán sin nuestra intervención, otras se pudrirán solas y
caerán del árbol sin esfuerzo alguno, la más ni siquiera notarán nuestra
ausencia.
No se puede amar sin complicarse la vida, pero merece la pena.
Siempre merece la pena hasta la muerte.
Amar es siempre todavía.
Manuel Silván
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