Tiembla la noche callada
cuando se miran nuestros ojos
y abre su embozo la cama.
Silencia sus melodías la rama
agitadas por el aire del sonrojo
para refrescarnos la almohada.
Los espejos se prestan serviles
para recoger todos los destellos
de nuestro amor desbocado.
Endulza su color el decorado
luciendo sus objetos más bellos
y más tenues los candiles.
Las caricias de nuestros cueros
son el preludio de la locura
que se desata por la estancia.
El aire transforma su fragancia
por los besos, el amor y su ternura
hasta empaparnos enteros.
Se nos derrite las fuerzas
de tanto entregarnos por dentro
buscando los pliegues olvidados.
Se rebelan los gemidos sosegados
hasta romperse por el centro
y reventarnos las cabezas.
Sólo entonces rendimos el lance
de tanta felicidad compartida
dulcemente rotos y extenuados
henchidos los cuerpos sudados
de repartirnos el alma y la vida
hasta que la muerte nos alcance.
Manuel Silván-2010
Manuel Silván-2010